Carlos Moya

Los orígenes nos marcan

A la suerte de formar parte de familias de artistas, me ha acompañado el profundo desarraigo de ambas. Creo por eso el arte alivia sin saberlo.

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Me crié con mis padres y mi abuela materna. Sin hermanos y sin apenas otro apoyo familiar ni materno ni paterno. Pasé mucho tiempo solo con mi abuela. 

A la suerte de formar parte de familias de artistas, me ha acompañado el profundo desarraigo de ambas. Creo por eso el arte alivia sin saberlo.

Mi padre, Daniel Moya y mi tío Paco Medina, guitarristas de flamenco. Mi madre, María Medina, y mis tíos postizos, bailarines y coreógrafo de danza española y flamenco. 

Mis abuelos postizos, los Esteve, acogieron a mi padre desde muy niño. Fue así como sus hijos, Enrique (Quique) y Antonio Esteve (Antonio Gades), fueron mis tíos postizos.

Bajo la guía de mi tío Quique y de mi madre empecé a dar mis primeros pasos en la danza. 

Con mi formación como bailarín y el apoyo de Antonio y mis padres se me abrieron, más fácilmente, lo que muchos bailarines sueñan, las puertas para trabajar como profesional en la Compañía de Antonio Gades y en el Ballet Nacional de España (BNE). 

Un futuro prometedor. Lo tenía todo por delante.

Mi encuentro con la muerte

La muerte prematura de mi padre fue mi gran motor para buscarle sentido a la vida. Tiré hacia delante como pude. 

Sobreviví realizando todo tipo de trabajos que no tenían nada que ver con mi carrera profesional. 

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Unos meses después de dejar de bailar, mi padre tuvo un derrame cerebral. 

Él estaba sin trabajo y muy deprimido emocionalmente. Con muchos conflictos de pareja. Sin herramientas para enfrentarse a las dificultades. Además yo me había ido de casa a vivir con mi novia.

Después de un año larguísimo, entre grandes conflictos familiares durante su estancia en el hospital, falleció con 58 años. 

Su enfermedad y pérdida temprana lo desequilibró todo. Desapareció el suelo bajo mis pies.  Se deshizo la familia, además de la separación con mi novia. Estaba sólo. Quedaba la persona que me crió, mi abuela, que con más de noventa años me apoyó emocionalmente como pudo tres años. Hasta que murió también.

La muerte fue mi gran motor para buscarle sentido a la vida. Tiré hacia delante como pude. Sobreviví realizando todo tipo de trabajos que no tenían nada que ver con mi carrera profesional. 

Perdido, con mi dolor y lleno de miedos encontré el teatro de la mano de mi maestro, Juan Carlos Corazza, y su equipo. Gracias a ellos y a las herramientas de la Gestalt que practican encontré alivio, una guía y una inmensa sabiduría.

Ellos, con el teatro, me abrieron la mirada al ser humano y a mí mismo.

Amor y desamor con la danza

La danza que conocí me aportó muchas cosas muy valiosas. Amor a la música, estructura, constancia, sensibilidad y sentido de la estética, entre otras.

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La danza que conocí me aportó muchas cosas muy valiosas. Amor a la música, estructura, constancia, sensibilidad y sentido de la estética, entre otras. 

Años de aprendizaje para poder dominar la técnica, Nunca lo conseguí. No escuchaba ni reconocía las limitaciones de mi cuerpo. La verdad, años en los que tanto perseguir la perfección era lo mas parecido a estar persiguiendo una zanahoria atada al final de un palo. 

Bailar es liberador. Me hacía sentirme bien. Muchas sensaciones se unían. Disfrute, desahogo o control. Hoy me doy cuenta. Además, bailar me daba la posibilidad de viajar. Fue todo un lujo conocer tantos países y culturas con mis compañeros. Trabajar en los grandes teatros de todo el mundo con figuras importantes de la danza y otras artes del momento. Un gran aprendizaje.

Claro que toda cara tiene su cruz. Vivi ambientes en la danza muy insanos. Situaciones donde a menudo, la persona importa poco. Menosprecios, faltas de respeto, híperexigencia, intolerancia o hipercompetitividad. Muchas veces era mejor pasar desapercibido o estar a la defensiva si querías evitar el daño.

Tu vida se convierte en tu vida artística. Y ésta, en una búsqueda de perfección y control que puede generar mucha daño, frustración y sufrimiento. 

Años más tarde, el teatro me confrontó esta visión con una mirada que ve la perfección como enemiga de la belleza.

¡Y la vida del bailarín es tan corta…! Y después, ¿qué?

Compañeros se reciclaban internamente en el Ministerio de Cultura para empezar de cero otra vida, totalmente fuera de la profesión. Solo unos pocos continúan con la danza.  Yo decidí dejarlo antes, cuando todavía tenía algo de tiempo para replantearme la vida.

Fue una decisión muy complicada, porque me apasiona la danza, y la tomé en un momento muy malo. 

El teatro y el enfoque humanista

Formándome como actor, de forma bastante casual y causal descubrí mi vocación. Se me revelaron mis pasiones de una manera integradora y con sentido: investigar y enseñar cómo integrar y transmitir lo aprendido durante todo este tiempo.

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Desde entonces he recorrido un largo y muy necesario camino profesional y personal. Aquella etapa finalizó con mi graduación en Teatro en el Estudio Corazza y en la Escuela Madrileña de terapia Gestalt (EMTG), donde hice el postgrado en Análisis del proceso grupal.  

En la actualidad sigo formándome en Psicoterapia Integrativa en el Programa SAT (Seekers After Truth), del maestro de mis maestros, Claudio Naranjo.

Formándome como actor, de forma bastante casual y causal descubrí mi vocación. Se me revelaron mis pasiones de una manera integradora y con sentido: investigar y enseñar cómo integrar y transmitir lo aprendido durante todo este tiempo. La danza, el teatro y la Gestalt se hicieron saberes complementarios al servicio de otros.

Tres fortalezas para acompañar a las personas a dar y a darse lo mejor, de una manera más consciente, más plena, más sana. Más humana.

Que se puede brillar llevando una mirada mas amorosa hacia uno mismo. Para mí, ningún otro brillo emociona más.

Conectar alma y movimiento con la técnica es abrumador. Llega y te desarma.

Artista o no, porque esto va de personas, me siento afortunado de poder poner a tu disposición mi conocimiento de las artes y las herramientas de desarrollo personal aprendidas.

Feliz de que te sean útiles para ayudarte a encontrar tu diferencia y, ante todo, tu bienestar y coherencia.

Los orígenes nos marcan

A la suerte de formar parte de familias de artistas, me ha acompañado el profundo desarraigo de ambas. Creo por eso el arte alivia sin saberlo.

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Me crié con mis padres y mi abuela materna. Sin hermanos y sin apenas otro apoyo familiar ni materno ni paterno. Pasé mucho tiempo solo con mi abuela. 

A la suerte de formar parte de familias de artistas, me ha acompañado el profundo desarraigo de ambas. Creo por eso el arte alivia sin saberlo.

Mi padre, Daniel Moya y mi tío Paco Medina, guitarristas de flamenco. Mi madre, María Medina, y mis tíos postizos, bailarines y coreógrafo de danza española y flamenco. 

Mis abuelos postizos, los Esteve, acogieron a mi padre desde muy niño. Fue así como sus hijos, Enrique (Quique) y Antonio Esteve (Antonio Gades), fueron mis tíos postizos.

Bajo la guía de mi tío Quique y de mi madre empecé a dar mis primeros pasos en la danza. 

Con mi formación como bailarín y el apoyo de Antonio y mis padres se me abrieron, más fácilmente, lo que muchos bailarines sueñan, las puertas para trabajar como profesional en la Compañía de Antonio Gades y en el Ballet Nacional de España (BNE). 

Un futuro prometedor. Lo tenía todo por delante.

Mi encuentro con la muerte

La muerte prematura de mi padre fue mi gran motor para buscarle sentido a la vida. Tiré hacia delante como pude. 

Sobreviví realizando todo tipo de trabajos que no tenían nada que ver con mi carrera profesional. 

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Unos meses después de dejar de bailar, mi padre tuvo un derrame cerebral. 

Él estaba sin trabajo y muy deprimido emocionalmente. Con muchos conflictos de pareja. Sin herramientas para enfrentarse a las dificultades. Además yo me había ido de casa a vivir con mi novia.

Después de un año larguísimo, entre grandes conflictos familiares durante su estancia en el hospital, falleció con 58 años. 

Su enfermedad y pérdida temprana lo desequilibró todo. Desapareció el suelo bajo mis pies.  Se deshizo la familia, además de la separación con mi novia. Estaba sólo. Quedaba la persona que me crió, mi abuela, que con más de noventa años me apoyó emocionalmente como pudo tres años. Hasta que murió también.

La muerte fue mi gran motor para buscarle sentido a la vida. Tiré hacia delante como pude. Sobreviví realizando todo tipo de trabajos que no tenían nada que ver con mi carrera profesional. 

Perdido, con mi dolor y lleno de miedos encontré el teatro de la mano de mi maestro, Juan Carlos Corazza, y su equipo. Gracias a ellos y a las herramientas de la Gestalt que practican encontré alivio, una guía y una inmensa sabiduría.

Ellos, con el teatro, me abrieron la mirada al ser humano y a mí mismo.

Amor y desamor con la danza

La danza que conocí me aportó muchas cosas muy valiosas. Amor a la música, estructura, constancia, sensibilidad y sentido de la estética, entre otras.

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La danza que conocí me aportó muchas cosas muy valiosas. Amor a la música, estructura, constancia, sensibilidad y sentido de la estética, entre otras. 

Años de aprendizaje para poder dominar la técnica, Nunca lo conseguí. No escuchaba ni reconocía las limitaciones de mi cuerpo. La verdad, años en los que tanto perseguir la perfección era lo mas parecido a estar persiguiendo una zanahoria atada al final de un palo. 

Bailar es liberador. Me hacía sentirme bien. Muchas sensaciones se unían. Disfrute, desahogo o control. Hoy me doy cuenta. Además, bailar me daba la posibilidad de viajar. Fue todo un lujo conocer tantos países y culturas con mis compañeros. Trabajar en los grandes teatros de todo el mundo con figuras importantes de la danza y otras artes del momento. Un gran aprendizaje.

Claro que toda cara tiene su cruz. Vivi ambientes en la danza muy insanos. Situaciones donde a menudo, la persona importa poco. Menosprecios, faltas de respeto, híperexigencia, intolerancia o hipercompetitividad. Muchas veces era mejor pasar desapercibido o estar a la defensiva si querías evitar el daño.

Tu vida se convierte en tu vida artística. Y ésta, en una búsqueda de perfección y control que puede generar mucha daño, frustración y sufrimiento. 

Años más tarde, el teatro me confrontó esta visión con una mirada que ve la perfección como enemiga de la belleza.

¡Y la vida del bailarín es tan corta…! Y después, ¿qué?

Compañeros se reciclaban internamente en el Ministerio de Cultura para empezar de cero otra vida, totalmente fuera de la profesión. Solo unos pocos continúan con la danza.  Yo decidí dejarlo antes, cuando todavía tenía algo de tiempo para replantearme la vida.

Fue una decisión muy complicada, porque me apasiona la danza, y la tomé en un momento muy malo. 

El teatro y el enfoque humanista

Formándome como actor, de forma bastante casual y causal descubrí mi vocación. Se me revelaron mis pasiones de una manera integradora y con sentido: investigar y enseñar cómo integrar y transmitir lo aprendido durante todo este tiempo.

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Desde entonces he recorrido un largo y muy necesario camino profesional y personal. Aquella etapa finalizó con mi graduación en Teatro en el Estudio Corazza y en la Escuela Madrileña de terapia Gestalt (EMTG), donde hice el postgrado en Análisis del proceso grupal.  

En la actualidad sigo formándome en Psicoterapia Integrativa en el Programa SAT (Seekers After Truth), del maestro de mis maestros, Claudio Naranjo.

Formándome como actor, de forma bastante casual y causal descubrí mi vocación. Se me revelaron mis pasiones de una manera integradora y con sentido: investigar y enseñar cómo integrar y transmitir lo aprendido durante todo este tiempo. La danza, el teatro y la Gestalt se hicieron saberes complementarios al servicio de otros.

Tres fortalezas para acompañar a las personas a dar y a darse lo mejor, de una manera más consciente, más plena, más sana. Más humana.

Que se puede brillar llevando una mirada mas amorosa hacia uno mismo. Para mí, ningún otro brillo emociona más.

Conectar alma y movimiento con la técnica es abrumador. Llega y te desarma.

Artista o no, porque esto va de personas, me siento afortunado de poder poner a tu disposición mi conocimiento de las artes y las herramientas de desarrollo personal aprendidas.

Feliz de que te sean útiles para ayudarte a encontrar tu diferencia y, ante todo, tu bienestar y coherencia.

PASOATRES. Danza, Teatro y Crecimiento Personal
PASOATRES. Danza, Teatro y Crecimiento Personal

Sobre estas lineas, a la izquierda, Camarón, Paco de Lucía, Rancapino, Pepin Salazar y un chófer. Agachados, Daniel Moya (izda.) y Emilio de Diego.

MI PADRE COMO GUITARRISTA

Daniel Moya

Formó parte de las compañías de Pilar López (hermana de la Argentinita), Sara Lezana, Antonio Vargas y Antonio Gades como guitarrista.

PASOATRES. Danza, Teatro y Crecimiento Personal

La famosa “Farruca” de Antonio Gades (mi padre en el centro)

PASOATRES. Danza, Teatro y Crecimiento Personal

Foto de la Compañía de Gades en 1970. Entre otros, Cristina Hoyos (en el centro), el gran cantaor Juan Peña «El Lebrijano» (en el extremo dcho de pie), junto al gran bailaor Alejandro Vega y mi tío Quique Esteve. También (en el extremo izq de pie), Rafael Salazar «Caldera de Salamanca», hermano de Rafael Farina. Abajo, Juan Antonio Jimenez, pareja artística y personal de Cristina Hoyos (en cuclillas), junto Antonio Gades sentado en el centro (con calzado de jota aragonesa) y a continuación (en cuclillas por orden) sus guitarristas, Pepin Salazar, Emilio de Diego y mi padre Daniel Moya.

MI PADRE COMO GUITARRISTA

Daniel Moya

Formó parte de las compañías de Pilar López (hermana de la Argentinita), Sara Lezana, Antonio Vargas y Antonio Gades como guitarrista.

PASOATRES. Danza, Teatro y Crecimiento Personal
PASOATRES. Danza, Teatro y Crecimiento Personal

Sobre estas lineas, a la izquierda, Camarón, Paco de Lucía, Rancapino, Pepin Salazar y un chófer. Agachados, Daniel Moya (izda.) y Emilio de Diego.

PASOATRES. Danza, Teatro y Crecimiento Personal

La famosa “Farruca” de Antonio Gades (mi padre en el centro)

PASOATRES. Danza, Teatro y Crecimiento Personal

Foto de la Compañía de Gades en 1970. Entre otros, Cristina Hoyos (en el centro), el gran cantaor Juan Peña «El Lebrijano» (en el extremo dcho de pie), junto al gran bailaor Alejandro Vega y mi tío Quique Esteve. También (en el extremo izq de pie), Rafael Salazar «Caldera de Salamanca», hermano de Rafael Farina. Abajo, Juan Antonio Jimenez, pareja artística y personal de Cristina Hoyos (en cuclillas), junto Antonio Gades sentado en el centro (con calzado de jota aragonesa) y a continuación (en cuclillas por orden) sus guitarristas, Pepin Salazar, Emilio de Diego y mi padre Daniel Moya.

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Cartel de la película.

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Mi padre, a la guitarra, junto al gran genio innovador del flamenco, Vicente Escudero. Escena de la película “Con el viento solano” (1966), dirigida por Mario Camus y protagonizada por Antonio Gades.

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Programa de TVE “Galas del sábado” sobre Antonio Gades, bailando “Mirabrás”. Al cante el lebrijano y a la guitarra Emilio de Diego, Daniel Moya y Pepín Salazar.

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MI MADRE COMO BAILARINA

María Medina

Formó parte de compañías de grandes artistas de la época como las de Concha Piquer, Pilar López, hermana de la Argentinita (donde conoció a mi padre), Rosario, Rosa Durán, Antonio Gades y Antonio Vargas.

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Festival Internacional de Santander (1958). Mi madre (a la derecha del todo) entre bambalinas junto a Carmen Amaya (centro) y otras bailarinas.

PASOATRES. Danza, Teatro y Crecimiento Personal
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En la foto, la Compañía con Antonio Gades y Miguel Gila en el centro, abajo. Curra Jimenez, los Polacos y mis padres, en el extremo derecho, de pie, entre otros.

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