En un mundo donde la acción y el éxito parecen ser la meta absoluta, las palabras de Alexander Lowen en su libro *Miedo a la vida* (1980) resuenan con una claridad y profundidad que invitan a detenerse y reflexionar. El reconocido psicoterapeuta corporal nos invita a cuestionar: ¿realmente estamos viviendo, o solo corriendo tras una idea de triunfo vacía?
El miedo a sentir y la búsqueda del éxito
Lowen observa que, aunque anhelamos ser más vitales y sensibles, el miedo nos paraliza. Nos refugiamos en la actividad frenética, en el consumo o en la evasión para no enfrentar lo que realmente sentimos. “Deseamos ser más vitales y sensibles, pero tenemos miedo”, repite el autor, subrayando una paradoja de la vida moderna.
Nuestra cultura premia la acción y el éxito por encima de todo. “El individuo moderno se empeña en ser triunfador y no ser una buena persona”, escribe Lowen. Pertenecer a la “generación de la acción” implica hacer más y sentir menos, una actitud que incluso permea la sexualidad: más acción, menos pasión.
El precio del triunfo superficial
Lowen advierte: “Independientemente de lo bien que podamos actuar, en cuanto a personas somos un fracaso”. Muchos de nosotros sentimos ese vacío interior, ese dolor o angustia que subyace bajo la superficie de nuestras vidas aparentemente exitosas. Sin embargo, en lugar de aceptar y explorar esos sentimientos, intentamos vencerlos, superarlos, eliminarlos.
Por eso, los libros sobre éxito personal son tan populares. Pero, según Lowen, estos esfuerzos suelen estar destinados al fracaso, porque el verdadero ser humano no se construye a través del logro externo, sino a través de la autenticidad y la conexión con uno mismo.
Ser auténticamente persona: un viaje interior
Ser auténticamente persona no es un resultado, sino un proceso. No se trata de actuar, sino de detenerse, respirar y sentir. Lowen nos recuerda que, en este camino, podemos experimentar dolor, pero también placer; si enfrentamos nuestro vacío, alcanzamos la plenitud; si atravesamos la desesperación, descubrimos la alegría.
Este viaje no es fácil y, a menudo, necesitamos ayuda. Pero el premio es inigualable: la posibilidad de vivir una vida más plena, auténtica y satisfactoria.
La invitación de Lowen es clara: frenemos la carrera incesante, démonos tiempo para sentir y reconectemos con nuestra verdadera esencia. Solo así podremos dejar de ser meros triunfadores para convertirnos en personas auténticas, capaces de experimentar la vida en toda su riqueza y profundidad.