«El zapateado no es percusión, es la continuación de un sentimiento.»
Antonio Gades
“Retratos” Canal Andalucia (TV)
Compartimos aquí extractos de sus entrevistas, documentales o los publicados por la Fundación Antonio Gades.
En palabras de su amigo el gran escritor, poeta y flamencólogo José Caballero Bonald «para Antonio quien no tuviera ética no valía la pena, era un hombre indigno».
Entendemos que los secretos mejor guardados están principalmente relacionados aparte de en sus cualidades como bailarín, en su filosofía, enfoque de trabajo y mirada ética de la danza.
A continuación quedan plasmados aquí, con sus propias palabras, como uno de los referentes éticos de trabajo en Pasoatres.
«Creo que la gran suerte del ser humano es encontrar buenos maestros». Gades reconoció en Pilar López a la maestra de la que aprendió la ética de la danza, que consiste en hacer el baile tal y como es y no buscando el aplauso fácil.
Hacer las cosas sin engañar, sin prostituirlas, hacer un trabajo digno sin pensar en el resultado, O sea, no favorecer lo fácil, lo grandilocuente para que te aplaudan mucho.
[…] Gades no creía en virtuosismos, ni creía que poniéndose delante de un espejo, haciendo cosas bonitas, ya estaba haciendo arte.
Hacer las cosas sin engañar, sin prostituirlas. hacer un trabajo digno sin pensar en el resultado, o sea, no favorecer lo fácil, lo grandilocuente para que te aplaudan mucho.
En sus espectáculos se cortaban los aplausos, las obras no las concebía buscando momentos para pedir el aplauso.
Su convicción llegaba al punto de afirmar que el éxito más grande para él sería terminar un baile flamenco y que se quedara el público sin aplaudir, se levantara y terminase con el mismo respeto que se ve en el interior de una catedral.
[…] Para Gades su maestra fue Pilar López. «Me enseñó a no buscar el aplauso fácil, a hacer las cosas para dentro, absorbiendo la alegría, el dolor, la luz, el viento, sufriéndolo. Para mí, Pilar fue todo. Artísticamente soy su hijo; como maestra creo que no la hubo ni la hay mejor para un artista español.»
Gades no creía en virtuosismos, ni creía que poniéndose delante de un espejo, haciendo cosas bonitas, ya estaba haciendo arte.
La característica más destacable de su papel como bailarín y que además convirtió en uno de sus principios estéticos, se define en estas palabras: según vas madurando, eliminas los elementos sobrantes, con un gesto puedes ser más expresivo y decir muchísimo más que con veinte piruetas. El flamenco que bailo es algo doloroso y dramático, introvertido, seco como la tierra yerma.
Según vas madurando, eliminas los elementos sobrantes, con un gesto puedes ser más expresivo que con veinte piruetas.
Y por eso pensaba que no se debían enseñar simplemente los pasos, las técnicas, sino que había que humanizar la danza.
En cuanto a los excesos propios del baile en España solía afirmar que esos que zapatean mucho, que hacen mucho con los brazos, no tienen mucho que decir.
Siempre decía que una cosa es zapatear y la otra pisotear la tierra. De sus palabras se desprende que ya entonces se percutía demasiado: el zapateado no es percusión es la prolongación de un sentimiento, a la tierra no se la puede pisotear, si pisoteamos la tierra, no da nada, ni sonidos ni trigo.»
Antonio Gades junto a su guitarrista Daniel Moya hasta 1972.